Tras unos días de inactividad voy a intentar recuperar de nuevo la regularidad del blog. Empezaré hablando de una ciudad que no conocía hasta hace poco y me pareció merecedora de mención aquí.
Se trata de Centralia, un municipio situado en el condado de Columbia, en Pensilvania (EE.UU), que resulta única y especial por situarse sobre una mina de carbón ardiendo desde hace unos 50 años. Su aspecto incluso sirvió de inspiración para el videojuego Silent Hill.
Es un pueblo con bastante historia. Fue conocido hasta 1865 como
Centreville y pasó a denominarse Centralia en aquel mismo año debido
al establecimiento de la oficina de Correos de la zona. Por aquellos tiempos la industria del carbón se volvió la principal ocupación de la comunidad. Tal era su importancia que se convirtió en una de las cunas de la organización secreta de mineros llamada "Molly Maguires". Por aquella época, el municipio llegó a tener 7 iglesias, 5 hoteles, 27 salones, 2 teatros, un banco, su oficina postal, y 14
abarroterías y tiendas.
Su importancia minera perduró hasta 1960, momento en que la mayor parte de compañías dejaron el negocio debido a una crisis del sector. Así y todo, continuaron las extracciones en forma de contrabando hasta 1982.
En mayo de 1962, como todos los años, el ayuntamiento contrató los servicios de una empresa de control de incendios para que limpiara el vertedero municipal. Otros años, no había habido problemas, pero esta vez el basurero, situado en la parte sudeste de la ciudad, ocupaba una antigua mina a cielo abierto abandonada.
Como habían hecho otras veces, los bomberos amontonaron la basura en uno de los rincones del vertedero y la prendieron, dejándola arder durante un rato. Después apagaron las cenizas con una manguera. Era lo habitual, pero esta vez, el fuego no se extinguió correctamente, sino que siguió ardiendo en el subsuelo y llegó a través de un agujero hasta una vena expuesta de carbón y, al estar comunicada la mina con el resto de yacimientos bajo el pueblo, se esparcieron las llamas rápidamente.
Antes de entrar en funcionamiento, el vertedero había sido inspeccionado para asegurar que todos los agujeros del suelo fueran selladas con material incombustible para evitar precisamente esto. Sin embargo, nadie reparó en el agujero por el que el incendio se extendió hasta la mina.
En un principio, el fuego podría haber sido extinguido fácilmente excavando totalmente la zona afectada. Un ingeniero de minas se ofreció a hacerlo por tan sólo 175$, y más tarde, otro minero del pueblo también se ofreció sólo a cambio de una parte del carbón. Pero el incendio había pasado a convertirse en un asunto estatal y una maraña burocrática impedía tomar las decisiones de forma rápida. A medida que pasaba el tiempo, el fuego más se extendía y la posible solución más se encarecía y se complicaba.
En julio de ese año, el Departamento de Medio Ambiente llevó a cabo una serie de sondeos para comprobar el alcance y la temperatura del incendio. Estas perforaciones no hicieron más que ayudar a la combustión proporcionando al fuego mayores vías de aire natural. También, son muchos los que critican la manera, un tanto desorganizada, de como se llevó la lucha contra el fuego. En muchos casos, las zanjas se excavaban guiándose por el humo que se desprendía del suelo, cuando lo más eficiente hubiera sido realizar antes unas perforaciones para determinar cuál era el lugar más adecuado.
El 22 de mayo de 1969 tuvieron que ser evacuadas las 3 primeras familias de Centralia. En ese mismo año se comenzó a probar una técnica diferente: inyectar agua con cenizas volantes, arena húmeda y arcilla sobre el incendio para formar una barrera que bloqueara el paso de oxígeno y ahogara el fuego. Sin embargo, un problema para la asignación de fondos entre el gobierno del estado y el condado retrasó los intentos mientras el fuego seguía extendiéndose.
Como resultado, a pesar de los contínuos intentos de aplacar el fuego los empeños fueron en vano y las minas continuan ardiendo intensamente hasta nuestros días.
Durante 17 años, hasta 1979, los habitantes del pueblo intentaron convivir con el problema, haciendo caso omiso incluso tras haber algunas personas afectadas por la ingestión del monóxido y dióxido de carbono y ciertos lugares afectados por la temperatura. En aquel año, el propietario de una gasolinera, al ver que la vara de medición de nivel de los tanques de combustible salía caliente de los mismos, introdujo un termómetro amarrado a una cuerda y se sorprendió al descubrir que el combustible estaba a 78ºC. Fué a partir de ahí cuando se incrementó la atención del caso.
El Departamento de Medioambiente de Pensilvania reaccionó instalando detectores de gas en la mayoría de los hogares de la zona. Pero algunos vecinos rechazaron la instalación de los detectores porque no querían depender de una máquina. Algunos incluso prefirieron comprar canarios (que morían en caso de la existencia de gases tóxicos en la vivienda).
En 1980 se trasladaron otras 27 familias. Pero la alarma saltó definitivamente el 14 de febrero de 1981, cuando un niño de 12 años llamado Todd Domboski cayó en un gran hoyo de unos 46 metros de profundidad que se abrió de repente bajo sus pies. Ese suceso atrajo la atención de todo el país y por ello, en 1984, el Congreso asignó más de 42 millones de dólares para reubicar a los habitantes en los pueblos vecinos, Mount Carmel y Ashland.
A pesar de todo, unas cuantas familias (63 vecinos) optaron por quedarse. Algunos creían que todo era un complot del gobierno y las compañías mineras para arrebatarles sus derechos mineros que ellos estimaban en torno a varios miles de millones de dólares. Después de todo, ¿por qué el gobierno, que sí fue capaz de extinguir un incendio similar en un municipio cercano, descartó el empleo de esos métodos en Centralia?. Fuera como fuere, en la actualidad tan sólo hay 12 habitantes registrados, siendo el pueblo con menor población de todo el estado de Pensilvania. Allá por 1962 era habitada por más de 1400 habitantes.
La primera casa fue derribada en diciembre de 1984. Para entonces, había fuego debajo de unas 140 hectáreas. Para 1991, ya eran 250 hectáreas afectadas y el gobierno compró otras 26 casas situadas al oeste de la ciudad, junto a la Ruta 61. Al año siguiente, en 1992, el gobernador de Pensilvania decidió expropiar el resto del pueblo al considerar que el fuego se había convertido en un peligro demasiado grande. Los irreductibles vecinos que quedaban recurrieron la decisión ante la justicia, pero fracasaron. Sin embargo, no se marcharon, se quedaron convertidos en ocupas de sus hogares (ahora con la ventaja de no tener que pagar impuestos ni renta ya que las casas ya no eran suyas).
Aun así la población siguió reduciéndose. En 1997 sólo quedaban 44 personas; en 2000 sólo 21 personas de 7 familias en 10 casas;... En 2002 fué revocado su código postal, el 17927. En 2005 el contrato de reubicación finalizó, por lo que el destino de los residentes que aún habitan allí pasó a ser incierto;...
En la actualidad, no existe ningún plan para combatir el fuego, por lo que sigue extendiéndose sin control. Se han gastado inútilmente más de 7 millones de dólares en intentar aplacar el incendio. Actualmente consume una veta de unos 13 kilómetros de extensión que contiene suficiente carbón para arder durante 250 años más y se espera que dentro de unos 100 años la zona afectada alcance las 1500 hectáreas.
Sobre la superficie, Centralia tiene más la apariencia de
una campiña con calles asfaltadas que de pueblo. Sus calles y aceras se
encuentras cubiertas por la maleza, aunque hay algunas que parecen haber
sido segadas y limpiadas. Han crecido árboles nuevos y apenas quedan
unas cuantas casas en pie, de las cuales sólo cinco están ocupadas,
además de un edificio municipal. El resto de edificios han sido
demolidos por la acción del hombre o de la propia naturaleza. Un de las
iglesias del pueblo, que no está afectada por el
incendio, continúa celebrando los servicios dominicales y también se
encuentran en buen estado los cuatro cementerios.
A simple vista, los únicos signos visibles del fuego que quema bajo tierra son varias chimeneas metálicas en la parte sur del pueblo, además de las señales que avisan del peligro por fuego subterráneo, suelo inestable o el monóxido de carbono.
También en la parte sur, puede verse humo y vapor saliendo de un agrietado tramo de la Ruta 61 y a través de las numerosas grietas que hay por toda la zona próxima. Después de varias reparaciones, este tramo de la autopista fue cerrado al tráfico a mediados de los 90, cuando se construyó un desvío para evitar la zona problemática. Los únicos focos de fuego que quedan se sitúan a 1600 metros de profundidad.
Esa es la historia y el estado actual de la única ciudad en el mundo que yace sobre una mina de carbón ardiendo. si la miráis desde google Maps podréis ver como ha quedado prácticamente desierta. Si a alguien se le ocurre una solución...
Se trata de Centralia, un municipio situado en el condado de Columbia, en Pensilvania (EE.UU), que resulta única y especial por situarse sobre una mina de carbón ardiendo desde hace unos 50 años. Su aspecto incluso sirvió de inspiración para el videojuego Silent Hill.
Su importancia minera perduró hasta 1960, momento en que la mayor parte de compañías dejaron el negocio debido a una crisis del sector. Así y todo, continuaron las extracciones en forma de contrabando hasta 1982.
En mayo de 1962, como todos los años, el ayuntamiento contrató los servicios de una empresa de control de incendios para que limpiara el vertedero municipal. Otros años, no había habido problemas, pero esta vez el basurero, situado en la parte sudeste de la ciudad, ocupaba una antigua mina a cielo abierto abandonada.
Como habían hecho otras veces, los bomberos amontonaron la basura en uno de los rincones del vertedero y la prendieron, dejándola arder durante un rato. Después apagaron las cenizas con una manguera. Era lo habitual, pero esta vez, el fuego no se extinguió correctamente, sino que siguió ardiendo en el subsuelo y llegó a través de un agujero hasta una vena expuesta de carbón y, al estar comunicada la mina con el resto de yacimientos bajo el pueblo, se esparcieron las llamas rápidamente.
Antes de entrar en funcionamiento, el vertedero había sido inspeccionado para asegurar que todos los agujeros del suelo fueran selladas con material incombustible para evitar precisamente esto. Sin embargo, nadie reparó en el agujero por el que el incendio se extendió hasta la mina.
En un principio, el fuego podría haber sido extinguido fácilmente excavando totalmente la zona afectada. Un ingeniero de minas se ofreció a hacerlo por tan sólo 175$, y más tarde, otro minero del pueblo también se ofreció sólo a cambio de una parte del carbón. Pero el incendio había pasado a convertirse en un asunto estatal y una maraña burocrática impedía tomar las decisiones de forma rápida. A medida que pasaba el tiempo, el fuego más se extendía y la posible solución más se encarecía y se complicaba.
En julio de ese año, el Departamento de Medio Ambiente llevó a cabo una serie de sondeos para comprobar el alcance y la temperatura del incendio. Estas perforaciones no hicieron más que ayudar a la combustión proporcionando al fuego mayores vías de aire natural. También, son muchos los que critican la manera, un tanto desorganizada, de como se llevó la lucha contra el fuego. En muchos casos, las zanjas se excavaban guiándose por el humo que se desprendía del suelo, cuando lo más eficiente hubiera sido realizar antes unas perforaciones para determinar cuál era el lugar más adecuado.
El 22 de mayo de 1969 tuvieron que ser evacuadas las 3 primeras familias de Centralia. En ese mismo año se comenzó a probar una técnica diferente: inyectar agua con cenizas volantes, arena húmeda y arcilla sobre el incendio para formar una barrera que bloqueara el paso de oxígeno y ahogara el fuego. Sin embargo, un problema para la asignación de fondos entre el gobierno del estado y el condado retrasó los intentos mientras el fuego seguía extendiéndose.
Como resultado, a pesar de los contínuos intentos de aplacar el fuego los empeños fueron en vano y las minas continuan ardiendo intensamente hasta nuestros días.
Durante 17 años, hasta 1979, los habitantes del pueblo intentaron convivir con el problema, haciendo caso omiso incluso tras haber algunas personas afectadas por la ingestión del monóxido y dióxido de carbono y ciertos lugares afectados por la temperatura. En aquel año, el propietario de una gasolinera, al ver que la vara de medición de nivel de los tanques de combustible salía caliente de los mismos, introdujo un termómetro amarrado a una cuerda y se sorprendió al descubrir que el combustible estaba a 78ºC. Fué a partir de ahí cuando se incrementó la atención del caso.
El Departamento de Medioambiente de Pensilvania reaccionó instalando detectores de gas en la mayoría de los hogares de la zona. Pero algunos vecinos rechazaron la instalación de los detectores porque no querían depender de una máquina. Algunos incluso prefirieron comprar canarios (que morían en caso de la existencia de gases tóxicos en la vivienda).
En 1980 se trasladaron otras 27 familias. Pero la alarma saltó definitivamente el 14 de febrero de 1981, cuando un niño de 12 años llamado Todd Domboski cayó en un gran hoyo de unos 46 metros de profundidad que se abrió de repente bajo sus pies. Ese suceso atrajo la atención de todo el país y por ello, en 1984, el Congreso asignó más de 42 millones de dólares para reubicar a los habitantes en los pueblos vecinos, Mount Carmel y Ashland.
A pesar de todo, unas cuantas familias (63 vecinos) optaron por quedarse. Algunos creían que todo era un complot del gobierno y las compañías mineras para arrebatarles sus derechos mineros que ellos estimaban en torno a varios miles de millones de dólares. Después de todo, ¿por qué el gobierno, que sí fue capaz de extinguir un incendio similar en un municipio cercano, descartó el empleo de esos métodos en Centralia?. Fuera como fuere, en la actualidad tan sólo hay 12 habitantes registrados, siendo el pueblo con menor población de todo el estado de Pensilvania. Allá por 1962 era habitada por más de 1400 habitantes.
La primera casa fue derribada en diciembre de 1984. Para entonces, había fuego debajo de unas 140 hectáreas. Para 1991, ya eran 250 hectáreas afectadas y el gobierno compró otras 26 casas situadas al oeste de la ciudad, junto a la Ruta 61. Al año siguiente, en 1992, el gobernador de Pensilvania decidió expropiar el resto del pueblo al considerar que el fuego se había convertido en un peligro demasiado grande. Los irreductibles vecinos que quedaban recurrieron la decisión ante la justicia, pero fracasaron. Sin embargo, no se marcharon, se quedaron convertidos en ocupas de sus hogares (ahora con la ventaja de no tener que pagar impuestos ni renta ya que las casas ya no eran suyas).
Aun así la población siguió reduciéndose. En 1997 sólo quedaban 44 personas; en 2000 sólo 21 personas de 7 familias en 10 casas;... En 2002 fué revocado su código postal, el 17927. En 2005 el contrato de reubicación finalizó, por lo que el destino de los residentes que aún habitan allí pasó a ser incierto;...
En la actualidad, no existe ningún plan para combatir el fuego, por lo que sigue extendiéndose sin control. Se han gastado inútilmente más de 7 millones de dólares en intentar aplacar el incendio. Actualmente consume una veta de unos 13 kilómetros de extensión que contiene suficiente carbón para arder durante 250 años más y se espera que dentro de unos 100 años la zona afectada alcance las 1500 hectáreas.
A simple vista, los únicos signos visibles del fuego que quema bajo tierra son varias chimeneas metálicas en la parte sur del pueblo, además de las señales que avisan del peligro por fuego subterráneo, suelo inestable o el monóxido de carbono.
También en la parte sur, puede verse humo y vapor saliendo de un agrietado tramo de la Ruta 61 y a través de las numerosas grietas que hay por toda la zona próxima. Después de varias reparaciones, este tramo de la autopista fue cerrado al tráfico a mediados de los 90, cuando se construyó un desvío para evitar la zona problemática. Los únicos focos de fuego que quedan se sitúan a 1600 metros de profundidad.
Salu2,
elSant0
2 comentarios:
Hace unos días vi un artículo sobre un pozo incandescente próximo a Darvaza (Turkmenistán) que lleva ardiendo desde 1971. Le llaman "La puerta del infierno".
Allí unos geólogos soviéticos prendieron fuego a una cueva repleta de gas natural para eliminar las emanaciones. Desde entonces sigue ardiendo.
Impresionante de lo que somos capaces.
Gracias por la info Samuel. Había oído hablar de ese lugar y me ha parecido impresionante al buscarlo. Aquí dejo un video para donde poder verlo.
Salu2
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